DIEGO ROVÉS / Segovia
Segovia es una ciudad que hay que visitar con el corazón abierto. Abierto para observar el empedrado de sus calles, para disfrutar de la arquitectura de su centro histórico, para pasear por los jardines y el interior del Alcázar, para descubrir el pasado de Antonio Machado en su casa museo, para rendir culto a su preciosa catedral y para alimentar la vista con la magnitud del acueducto.
La apariencia del centro histórico de Segovia es digno de ver y de caminar. Cada una de sus calles es un placer para el paseo. Un aspecto bucólico que invita a parejas de enamorados a esconderse en cada rincón. Segovia incita a perderse por sus callejuelas, sin que el visitante sea dónde va a ir a parar.
Su catedral, Santa María, es conocida como la "Dama de las Catedrales", por la magnitud de su construcción y su elegancia. Sus fachadas y sus pináculos sorprenden al turista y hacen un efecto llamada al que es imposible resistirse. Con una mezcla de gótico y renacentista, con puntos barrocos,Trotamundos recomienda pararse unos instantes a contemplar las numerosas capillas que se encierran dentro del templo. Y, si el turista tiene suerte como servidor, puede disfrutar del momento en el que una novia, vestida de blanco, hace entrada triunfal a la catedral.
Obligada es la visita a los jardines y al interior del Alcázar, un edificio que pasó de ser fortaleza de la ciudad, a Palacio Real y, posteriormente, a colegio. Su decoración interior no es original de la construcción, pero sí de la época. Eso sí, de los pocos elementos ornamentales que quedan del Alcázar real, lo más destacable son sus techos, de detalle muy preciso. El guía se encargará de contar a la perfección la historia del Alcázar y de los que en él habitaron. Si usted es como yo, adorará la sala de los Reyes, donde sobre los frisos están esculpidos los reyes de Castilla y Asturias, por orden cronológico. Lo malo, lo de todos los palacios de este estilo, que sólo enseñan un 25% de las estancias de la construcción.
El poeta y dramaturgo Antonio Machado pasó en Segovia gran parte de su vida, en una pensión del centro histórico que ahora es la Casa Museo de Antonio Machado. Allí elaboró su obra teatral. Al contrario que el Alcázar, todos los detalles de esta casa son absolutamente reales. La antigua pensión permanece en su estado original, ya que su dueña murió hace escasos años. Cuando el visitante pase a la cocina, comprobará el olor del carbón aún vivo. Da la sensación de que aún hay vida en cada rincón de esa casa, en cada pasillo y en cada habitación. Si el visitante es humano, sentirá como se le encoge el corazón al leer las cartas del poeta a su amada, Guiomar, o al contemplar el dormitorio donde Machado redactó tantas páginas de sus libros. Un dormitorio que, también, se conserva tal cual.
En una de las principales plazas de la ciudad se erige el majestuoso acueducto. Allí, el turista podrá disfrutar de un café en alguna de las muchas cafeterías, a los pies de la construcción. Es de destacar que esta construcción es de origen romano. Los romanos, para levantarlo, no siguieron ninguna estructura, simple intuición, colocando piedra sobre piedra con su característica precisión. En este lugar es habitual encontrarse a las gentes segovianas paseando, entre tanto turista europeo.
Los precios en Segovia para comer o para tomar un vino no son elevados. No se confunda el turista, lo pueden ser si lo buscan. No hace falta comer en el restaurante Cándido para disfrutar plenamente de la gastronomía segoviana y castellana, sino que existen rincones más asequibles, con menús diarios de distintos precios, según su profundidad en la cultura castellana.
Segovia encantará a cada visitante, a cada persona que pise por primera vez sus calles. Eso sí, Trotamundos les aconseja que no pasen allí más de unos pocos días. Lamentablemente su oferta cultural termina aquí. Si lo que quiere es descansar, es la ciudad perfecta. Si lo que quiere es divertirse, tres días es el máximo recomendado.
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